Vidas Desperdiciadas

24.08.2012 10:05

ESTEBAN INFANTE DIAZ

CÓDIGO 1060273

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA CALI

INGENIERIA INDUSTRIAL

MERCADEO

 

 

VIDAS DESPERDICIAS

“Cultura de Residuos”

 

 

Un texto bastante sofisticado, filosófico y laberintico; aunque no indescifrable, nos trae el autor polaco Zigmunt Bauman en su obra “Vidas Desperdiciadas” compuesta de 4 importantes capítulos. El último, el cual era el de nuestro interés, concluye este libro con un trasfondo social bastante profundo. Definitivamente es difícil entender un capitulo separado del otro, pues Bauman usa conceptos creados de su infinita sabiduría para recrear situaciones de nuestra modernidad y a lo largo de las páginas toman gran significado, por esto fue necesario hacer un recuento de los anteriores capítulos para tener un claro entendimiento de la lectura. La belleza, la perfección, el empleo, los realities, los créditos, las relaciones humanas y muchos otros más son los temas que se abarcan a través de la lectura y por medio de los cuales Zigmunt quiere dejarnos su mensaje con intensión reflexiva. Ahora cabe entonces preguntarnos ¿qué tiene que ver todo esto con la “Cultura de Residuos”? ¿A qué se refiere el autor al hablar de cultura de residuos?

Primero sería bastante útil entender qué es un residuo. Si buscamos en un diccionario, la palabra “residuo” trae consigo varios significados: -parte que queda e un todo, - lo que queda de la descomposición o destrucción de una cosa, -materiales que quedan como inservibles en cualquier trabajo u operación. Según estos significados, ¿será que lo que nos quiere mostrar el autor es una panorámica del daño que le están haciendo las industrias a nuestro planeta con sus desechos?, en cierto modo sí, aunque el mensaje es mucho más profundo. Zigmunt Bauman emplea un término para denotar el incansable e imparable cambio de nuestra sociedad, de nuestra modernidad, la “Modernidad Líquida”. Esta nueva concepción según Zigmunt, denota la característica de los fluidos, es decir, una modernidad transitoria, volátil, insegura que se puede traducir en una solo palabra la civilización. La modernidad líquida, se según Bauman, ha creado la cultura de que “todo nace con el sello de la muerte inminente con una etiqueta pegada de fecha de caducidad” y es aquí donde podemos ver parte de lo que nos propone el autor, un mundo creado para el momento, para la periodicidad, donde la vida útil de las cosas pasa de determinarse por su deterioro a un simple hecho de moda y cultura, donde lo viejo es inferior y no da un buen estatus. Esta es la simple concepción del desenfrenado consumismo, de producir y producir sin importar ningún parámetro ético y moral. Las cosas se producen y se desechan con tanta facilidad, porque el mercado así lo ordena, pues sería imposible llevarle la contraria, no podríamos sobrevivir el un mundo tan cambiante donde no nos adaptemos a él.

 

 

 

Quedarse atrás, esperar, dilatar las cosas se demuestra en el texto como un estigma de inferioridad y por eso todo lo que tenemos ahora debemos remplazarlo en el mañana par ano caer en esa distinción de rechazo y exclusión. De aquí salen la cultura de residuos de la que nos habla el capitulo del libro, de todas las cosas útiles que se vuelven inservibles por el simple hecho de que pasan de moda y que van a para al cesto de la basura provocando una acumulación de escombros que tarde que temprano harán colapsar este mundo terrenal.

El consumismo es definitivamente una creación maquiavélica producto del capitalismo que nos ha llevado a una degradación total del mundo y del ser humano. La obsolescencia programada es un concepto que el autor no toca, pero indirectamente tiene una amplia relación. Las cosas no se fabrican como antes, y a la intencionalidad y planificación de la perdurabilidad de bienes y servicios para incrementar el consumo de los mismos es lo que llamamos “Obsolescencia Programada” (Campillo, 2011).  Laura Fernández Campillo relata en su artículo el documental de la directora alemana Cosima Dannoritzer. Para ella la evolución tecnológica es inversamente proporcional a la perdurabilidad de las cosas y en el siguiente párrafo relata con otras palabras lo que nos quiere mostrar Bauman:

 

Nos hemos acostumbrado a cambiar de teléfono móvil cada año, y comprobamos con aceptación cómo las baterías de los aparatos dejan de funcionar a los dieciocho meses de su adquisición. Igual sucede con portátiles, impresoras, bombillas, frigoríficos… etc. La creación de este tipo de artículos con una previa planificación de su deterioro, determina toda la cultura del consumo actual, basada en la novedad, en la atracción visual y en la tónica de todo marketing: “Tu vecino ya lo tiene y tú aún no”. (Campillo, 2011).

 

Por lo visto no es la primera vez que se toca directa o indirectamente el término de infinitud, donde se esperaría que las cosas duraran para siempre y que esto no trajera como consecuencia la acumulación de residuos. Hasta ahora no hay nada sorprendente en las letras de la obra hasta que el autor recrea un concepto bastante particular, “los Residuos Humanos”. Hablar de los humanos como residuos puede llegar a ser muy arriesgado, pero es la forma como Zigmunt Bauman trata de mostrar que los objetos no son las únicas victimas de la “Modernidad Líquida”, y que nosotros los seres humanos también tenemos cabida en ese mundo retrogrado donde nada es necesario, todo es superfluo. Se debe aclarar; porque a mi modo de ser puede llegar a confusión, de que al hablar de residuos humanos no se esta hablando de los residuos que son producidos por el hombres, si no que se esta hablando del hombres como un residuo de la sociedad. He aquí el majestuoso planteamiento de lo verdaderamente llamativo e interesante de las líneas del libro.

 

 

El capitalismo no solo ha generado un mundo de consumo imparable, si no también ha generado una situación de exclusión humillante al decir que “la negativa de admisión de dicho mundo, sin apelación posible, es el más doloroso de todos los rechazos humillantes y negadores de la dignidad”.  Un ejemplo muy claro que describe es del empelado que es fiel a su empresa pero que por circunstancias, en cualquier momento será despedido y reemplazado por otro. Hoy en día, nada es necesario, nada es irreemplazable, ni siquiera el hombre. Nos volvemos residuos cuando dejamos de seguir el patrón impuesto por el mercado, por el orden. Somos transitorios y más evidente es esto en nuestro país lleno de flacidez en todos los ámbitos, cuando una persona de 35 años ya no es apta por el mundo laboral porque el mercado así lo requiere pero que en su interior tiene toda un ramillete de capacidades, habilidades y experiencias por ofrecer.

El mundo laboral no la única ejemplificación de las consecuencias que ha dejado las garras del capitalismo y la globalización. Algo que caracteriza esta orden social es la adquisición del capital, de propiedad privada por parte del poderoso, lo cual ha generado grandes guerras y luchas en la historia de la humanidad y por consecuencia originando cantidad de inmigrantes, refugiados y desempleados. La característica de estas personas es que supuestamente no ofrecen nada a la sociedad, son excluidos y tratados como especímenes sin nada que brindar. Pero porque catalogarlos como residuos si fue la misma sociedad la que se encargo de excluirlos y no les ha dado la oportunidad de mostrar si verdaderamente son inservibles. No se puede ser juzgado o acusado de algo hasta que no se demuestro lo contrario y a mi parecer eso es lo que ha pasado. Los residuos humanos me hacen traer a  colación la idea del pensador alemán Friedrich Nietzsche, y su famosa teoría del Superhombre donde se hace la comparación de hombre fuerte y débil. Dejando al lado el aspecto religioso, pareciera que hubiéramos revivido esta teoría donde los residuos humanos son las personas de moralidad esclava que simplemente no están preparadas para este mundo. Parece que viviéramos en un mundo nazi donde los que no se adapte o sigan el régimen simplemente deben ser desaparecidos y no deben contaminar la raza. Todos estos pensamientos racistas, aunque no parezcan, han creado la desigualdad de la humanidad que en un principio vivía en armonía con su propio régimen sin que fuera impuesto. Esta discriminación, consecuencia del fortalecimiento del régimen capitalista comandado por unos pocos pudientes y poderosos ha hecho que nos devolvamos en el tiempo de la esclavitud donde el ser humano simplemente no tenia dignidad y pasaba a ser un objeto más de comercialización.

Como resultado de la lectura, Zigmuntn Bauman nos quiere mostrar de una manera muy particular todas las consecuencias que ha dejado la modernidad con el fin de que pensemos en que definitivamente es necesario un cambio de orden y de manera de llevar el mundo. Trata de crearnos conciencia para que busquemos soluciones y por eso deja abierta la pregunta de si el juego de la inclusión y exclusión es la única manera posible de conducir la vida humana en común.